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[ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ] nutrido público, justo cuando acababa de poner un pie en el planeta... No, no, no la destruya dijo el embajador Bernaux, horrorizado . La haremos revisar por un ingeniero de seguridad y la modificaremos, o tal vez pondremos un cartel de advertencia... Iván reapareció junto a la multitud que se dispersaba y levantó el pulgar frente a Miles. Después de unos minutos terriblemente dolorosos de sutilezas sociales, Vorob'yev e Iván se las arreglaron para escoltarlo hacia el tubo elevador y luego hacia el auto de superficie de la embajada de Barrayar. Miles se arrojó en el asiento y se quedó ahí, con la cara retorcida de dolor, jadeando. Iván vio que temblaba, se sacó la guerrera y se la echó sobre los hombros. Miles no protestó. De acuerdo, veamos los daños exigió Iván. Apoyó una de las pantorrillas de Miles sobre su rodilla y enrolló la pernera del pantalón . Jo, esto tiene que ser muy doloroso. Bastante aceptó Miles. No puede haber sido un intento de asesinato, eso no dijo Vorob'yev, con los labios apretados, la mente febril, buscando respuestas. No confirmó Miles. Según Bernaux, su gente examinó la escultura antes de instalarla. La registraron pero, claro, andaban buscando bombas y micrófonos. Seguro que la examinaron. Esa cosa no puede hacer daño a nadie... excepto a mí... Vorob'yev seguía el razonamiento sin dificultades. ¿Una trampa? Demasiado elaborada, me parece hizo notar Iván. No estoy seguro dijo Miles. Se supone que no debo estar seguro. Ésa es la gracia del asunto . Tiene que haberles llevado días, tal vez semanas, prepararlo todo. Ni siquiera nosotros sabíamos que íbamos a venir hasta hace dos semanas. ¿Cuándo llegó ese trasto a la embajada marilacana? Según Bernaux, anoche dijo Vorob'yev. Antes de que llegáramos nosotros. Antes del pequeño encuentro con el hombre sin cejas. No pueden estar relacionados... ¿o sí? . ¿Desde cuándo saben que asistiríamos a esta fiesta? Las embajadas prepararon las invitaciones hace unos tres días dijo Vorob'yev. Muy poco tiempo para tratarse de una conspiración observó Iván. Vorob'yev lo pensó un poco. Creo que tengo que aceptar su punto de vista, lord Vorpatril. ¿Lo consideramos un desgraciado accidente entonces? Por ahora dijo Miles. No fue un accidente. Me tendieron una trampa. A mí, personalmente. Cuando llega la primera salva, hay que darse cuenta de que ha estallado la guerra. Excepto que, generalmente, uno conocía las razones por las que se había declarado la guerra. La idea de jurar que no volverían a atraparlo con la venda sobre los ojos era excelente, pero ¿quién era el enemigo? ¿Quién lo había atrapado esa primera vez? Apuesto a que sus fiestas son excelentes, lord Yenaro. No me perdería la próxima por nada del mundo. 3 El nombre correcto de la residencia imperial cetagandana es jardín Celestial dijo Vorob'yev , pero en toda la galaxia lo conocen como Xanadú. Enseguida verán por qué. Duvi, por favor, por la entrada panorámica. Sí, milord dijo el joven sargento que conducía. Alteró el programa de control. El 26 auto de la embajada barrayaresa se elevó en el aire y se lanzó hacia un brillante conjunto de torres. Despacio, por favor, Duvi. A estas horas de la mañana mi estómago... Sí, milord. El piloto hizo una mueca de decepción y puso el vehículo a una velocidad más sensata. Se elevaron, rodearon un edificio que, según calculaba Miles, debía de tener más de mil metros de altura y se elevaron de nuevo. El horizonte desapareció. Uauuu dejó escapar Iván . Es la mayor cúpula de fuerza que he visto en toda mi vida. No sabía que se podían expandir hasta este tamaño. Consume la energía de toda una planta generadora dijo Vorob'yev . Toda la planta dedicada a la cúpula. Y otra planta para el interior. Una burbuja aplastada y opalescente de seis kilómetros de ancho reflejaba el sol vespertino de Eta Ceta. Se alzaba en el centro de la ciudad como un enorme huevo en un bol, una perla de valor incalculable. Estaba rodeada por un parque de un kilómetro de ancho lleno de árboles y luego por una calle plateada, seguida de otro parque y una calle normal muy transitada. Desde ahí, se abrían ocho anchas avenidas dispuestas como los radios de una rueda. La cúpula quedaba en el centro de la ciudad. En el centro del universo, fue la impresión de Miles. Una impresión intencional, buscada. El acto de hoy es una especie de ensayo general para la ceremonia que se desarrollará dentro de una semana y media siguió diciendo Vorob'yev . Asistirá todo el mundo: ghemlores, hautlores, visitantes de la galaxia y demás. Seguramente se producirán retrasos de organización. Eso no tiene importancia... siempre que no sean por culpa nuestra. Me pasé más de una semana negociando para conseguirles un rango oficial y un lugar. ¿Y consiguió...? preguntó Miles. Ustedes dos estarán entre los ghemlores de segundo orden. Vorob'yev se encogió de hombros . Más, imposible. Entre la multitud pero bien situados. El mejor lugar para observar los acontecimientos sin llamar la atención, consideró Miles. Parecía una buena idea. Los tres, Vorob'yev, Iván y él se habían puesto los uniformes funerarios de las Casas correspondientes, con galones y condecoraciones en seda negra sobre tela negra. El máximo de formalidad, porque estarían frente a la presencia imperial. A Miles le gustaba el uniforme de la Casa Vorkosigan, todos, el original marrón y plata o la versión que usaba en este momento, severa y elegante. Le gustaba porque las botas altas no sólo le permitían dejar los hierros sino que se lo exigían. Pero esa mañana ponerse las botas sobre las quemaduras había sido... doloroso. A pesar de que había tomado calmantes, seguramente iba a cojear más que de costumbre. No me olvido, Yenaro. Descendieron en espiral hasta una pista de aterrizaje junto a la entrada sur de la cúpula, frente a un estacionamiento lleno de vehículos. Vorob'yev hizo un gesto para que se retirara el auto de superficie. ¿No tenemos escolta, milord? dijo Miles, con dudas, mirando cómo se iba la gente de la embajada mientras cambiaba de una mano a otra la larga caja de madera de abeto pulida. Vorob'yev meneó la cabeza. De seguridad, no. Sólo el emperador cetagandano puede urdir un asesinato dentro del Jardín Celestial y si él quisiera eliminarle, lord Vorkosigan, ni un regimiento de guardaespaldas lograría sacarlo de ahí con vida. Unos hombres altos de la Guardia Imperial Cetagandana, enfundados en uniforme formal, los llevaron hacia la puerta cerrada de la cúpula y los desviaron hacia una serie de plataformas flotantes dispuestas como autos abiertos, con asientos de seda blanca, el color del duelo imperial en Cetaganda. Cada uno de los grupos de las embajadas se ubicó en uno de los vehículos junto a sirvientes de la más alta jerarquía, vestidos de blanco y 27 gris. Aunque, a pesar de su aspecto, tal vez no eran sirvientes. Las plataformas, programadas automáticamente para seguir una ruta predeterminada, arrancaron a paso tranquilo a unos diez centímetros del suelo, sobre senderos pavimentados de jade blanco que se bifurcaban en un jardín vasto poblado de arbustos de distintas especies. Aquí y allá, Miles vislumbraba los techos de los pabellones esparcidos por el parque, asomando [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ] |
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