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    instalación militar de la frontera leal, un depósito de suministros. Drou tuvo que discutir
    durante varios minutos con el oficial de servicio para persuadirlo de que 1) los identificase,
    2) los dejase entrar, y 3) les permitiese utilizar el sistema de comunicaciones militar para
    llamar a la base Tanery y solicitar un transporte. Al llegar a este punto, de pronto el oficial
    se volvió mucho más eficiente. Una nave de alta velocidad fue enviada de inmediato a
    buscarlos.
    Al acercarse a la base Tanery al amanecer, Cordelia tuvo una desagradable sensación
    de deja. vu. Era tan parecida a su llegada desde las montañas, que fue como si hubiese
    retrocedido en el tiempo. Tal vez había muerto e ido al infierno, y su eterno castigo sería
    repetir los acontecimientos de las tres últimas semanas una y otra vez, por toda la
    eternidad. Cordelia se estremeció.
    Droushnakovi la observaba, preocupada. El agotado Bothari dormitaba en la cabina de
    pasajeros. Dos hombres de Seguridad Imperial, para Cordelia absolutamente idénticos a
    los que acababan de asesinar en la Residencia, mantuvieron un nervioso silencio. Ella se
    aferraba a la réplica que llevaba en el regazo. La bolsa de plástico descansaba a sus pies.
    Aunque fuese irracional, no podía perder de vista a ninguna de las dos, aunque estaba
    claro que Drou hubiese preferido que la bolsa viajase en el compartimiento de equipaje.
    La nave se posó suavemente sobre su plataforma, y los motores quedaron en silencio.
     Quiero al capitán Vaagen, y lo quiero ahora  repitió Cordelia por quinta vez mientras
    los hombres de Illyan los hacían descender hacia la zona de recepción.
     Sí, señora. Ya está en camino  volvió a asegurarle el hombre de Seguridad
    Imperial. Ella lo miró con desconfianza.
    Cautelosamente, los dos hombres les retiraron el arsenal que traían consigo. Cordelia
    no podía culparlos; ella tampoco hubiese permitido que un grupo de aspecto tan
    desquiciado llevase armas. Gracias a las reservas de Ezar, las dos mujeres no iban mal
    vestidas, aunque no habían encontrado nada de la talla de Bothari, por lo que éste aún
    llevaba su roñoso uniforme negro. Afortunadamente, las manchas de sangre seca no se
    notaban demasiado. Pero todos tenían los ojos hundidos y el rostro demacrado. Cordelia
    se estremecía, Bothari sufría contracciones en las manos y los párpados, y Droushnakovi
    tenía la inquietante tendencia a llorar en silencio, en momentos imprevistos, deteniéndose
    tan repentinamente como comenzaba.
    Después de mucho rato  sólo unos minutos, se dijo Cordelia con firmeza el capitán
    Vaagen apareció, acompañado por un técnico. Iba vestido con un uniforme verde, y sus
    pasos habían recuperado la velocidad acostumbrada. El único recuerdo de sus heridas
    parecía ser el parche negro que le cubría el ojo; no le quedaba mal y le otorgaba un cierto
    aire de pirata. Cordelia deseó que el parche sólo fuese temporal y parte de un tratamiento.
     ¡Señora!  Él logró esbozar una sonrisa, la primera vez en bastante tiempo que
    había movido esos músculos faciales, sospechó Cordelia. Su único ojo tenía un brillo
    triunfante . ¡Lo ha logrado!
     Eso espero, capitán.  Le entregó la réplica, la cual no había permitido que fuese
    tocada por los hombres de Seguridad Imperial . Espero que hayamos llegado a tiempo.
    Aún no se ha encendido ninguna luz roja, pero sonó una pequeña señal de alarma. Yo la
    desconecté, ya que me estaba volviendo loca.
    Él observó el artefacto y revisó las lecturas.
     Bien. Bien. Las reservas de nutrientes están muy bajas, pero aún no se han agotado.
    Los filtros continúan funcionando, el nivel de ácido úrico es alto, pero no ha sobrepasado
    los límites de tolerancia... creo que se encuentra bien, señora. Vivo, quiero decir.
    Necesitaré más tiempo para determinar lo que ha ocurrido con mis tratamientos de
    calcificación ante esta interrupción. Estaremos en la enfermería. En menos de una hora
    podré comenzar a efectuarle los servicios.
     ¿Cuenta con todo lo necesario allí?
    Los blancos dientes de Vaagen brillaron.
     Al día siguiente de su partida, lord Vorkosigan me permitió comenzar a organizar un
    laboratorio. Por si acaso, me dijo.
    Aral, te amo.
     Gracias. Vaya, vaya.  Depositó la réplica en manos de Vaagen, y él se marchó a
    toda prisa.
    Cordelia permaneció sentada como una marioneta a la cual le hubieran cortado los
    hilos. Ahora podía permitirse el lujo de sentir todo el peso de la fatiga. Pero todavía no
    podía detenerse Tenía otra información muy importante que transmitir. Y no a esos dos
    sujetos de Seguridad Imperial, quienes seguían fastidiándola... Cerró los ojos y los ignoró,
    dejando que Drou balbucease algunas respuestas a sus absurdas preguntas.
    El deseo se enfrentaba con el miedo. Ella quería a Aral, pero lo había desafiado. ¿Esto
    habría herido su honor, habría lastimado su ego masculino tan barrayarés hasta el punto
    de no poder perdonarla? ¿Habría perdido su confianza para siempre? No, esa sospecha
    era injusta. Pero la credibilidad pública frente a sus pares, parte de la delicada psicología
    del poder... ¿habría quedado dañada por su culpa? ¿Habría alguna desdichada e
    imprevista consecuencia política por culpa de su actitud, algo que volvería a caer sobre
    sus cabezas? ¿A ella le importa? Sí, decidió con tristeza. Era un infierno sentirse tan
    cansada, y al mismo tiempo que le importara tanto.
     ¡Kou!
    El grito de Drou hizo que Cordelia abriera los ojos. Koudelka entraba cojeando por la
    puerta principal de la oficina. Gracias a Dios, el hombre volvía a vestir su uniforme y
    estaba pulcro y bien afeitado. Sólo las marcas grises bajo sus ojos no eran
    reglamentarias.
    A Cordelia le encantó notar que el encuentro entre Kou y Drou no era en absoluto
    militar. De inmediato el teniente se vio abrumado por la joven rubia y desaliñada,
    intercambiando palabras como «cariño», «amor», «gracias a Dios», «a salvo»,
    «dulzura»... Los hombres de Seguridad Imperial se apartaron, incómodos ante la
    explosión de sentimientos que irradiaban de sus rostros. Cordelia se sintió complacida al
    mirarlos. Era un modo mucho más sensato de saludar a un amigo que todas esas
    estúpidas venias.
    Se separaron sólo para mirarse mejor el uno al otro, sin soltarse las manos.
     Lo has logrado  dijo Droushnakovi con una risita . ¿Cuánto tardasteis... y lady
    Vorpatril se encuentra...?
     Llegamos sólo dos horas antes que vosotros  dijo Kou con la respiración agitada,
    reoxigenándose después de un beso heroico . La señora Vorpatril y el niño están [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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