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    curiosos dueños, sino aquella que baste para el uso, sin que el deleite ocupe ni la envidia
    encienda los ojos de los convidados. Pero después de estar agradado de estas cosas, me
    aprieta el ánimo el ver en otros gran cantidad de pajes y esclavos relumbrantes con el oro
    de las libreas, más bizarras que las de los míos. También me acongoja el entrar en una
    casa llena de riquezas y adornada con artesones dorados; y apriétame el lisonjero pueblo
    que de continuo corteja a los que disipan sus haciendas. ¿Qué diré de las fuentes que,
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    Lucio Anneo Séneca Tratados morales
    transparentes hasta lo hondo, se ven en los cenáculos? ¿Qué de los manjares exquisitos
    dignos del teatro? Lo que puedo decir es que viniendo yo de las remotas provincias de la
    frugalidad, me cercó con grande esplendor la demasía, haciéndome por todas partes una
    dulce armonía, con que titubeó algún tanto el escuadrón; pero contra él levanté con más
    facilidad el ánimo que los ojos, y con esto me retiré, no peor, pero más triste, no
    hallándome tan gustoso entre mis deslucidas alhajas, donde me acometió un tácito
    remordimiento, dudando si eran mejores las más costosas; y aunque ninguna de ellas me
    rindió, ninguna dejó de combatirme. Agrádame seguir la fuerza de los preceptos,
    entrándome en medio de la república; y aunque me da gusto ponerme las insignias y
    honores de juez, no es por andar vestido de púrpura ni cercado de doradas varas, sino por
    estar más dispuesto para el socorro de mis amigos y allegados y al de todos los mortales.
    Puesto más cerca, sigo a Zenón, Cleantes y Crisipo, ninguno de los cuales se arrimó a la
    república, aunque ninguno de ellos dejó de encaminar a otros a ella; a la cual, cuando
    permito se acerque mi ánimo no acostumbrado, si acaso ocurre alguna cosa indigna o
    poco corriente (como es ordinario en la vida humana) o cuando las cosas a que se debe
    poca estimación me piden mucho tiempo, luego me vuelvo al ocio; y como es más veloz
    la carrera a los cansados ganados cuando tornan a su casa, así a mi ánimo le agrada más
    el encerrar la vida entre las propias paredes. Nadie, pues, me usurpe un solo día, ya que
    no pueda darme recompensa equivalente a tal pérdida. El ánimo estribe en sí mismo,
    estímese y no se embarace en ajenas cosas, ni haga aquellas en que pueda intervenir el
    juez. Ame la tranquilidad que no se embaraza en cuidados públicos ni particulares; mas
    donde la importante lección levantó el espíritu, y donde los nobles ejemplos pusieron
    espuelas, luego se desea acudir a los tribunales para ayudar a unos con la abogacía y a
    otros con el favor; y aunque parezca que éste no haya de ser de provecho, se intente que
    lo sea, para enfrenar la soberbia de quien sin razón se engríe por verse próspero. Yo
    tengo por más acertado en los estudios poner los ojos en la sustancia de las cosas, y que
    el lenguaje se acomode a ellas, proporcionándoles las palabras, de modo que a la parte
    donde ellas nos guiaren, siga la oración sin demasiado cuidado. ¿Qué necesidad hay de
    adornar lo que no ha de durar muchos siglos? ¿Pretendes que los venideros no te pasen en
    silencio? Advierte, pues, que naciste para la muerte, y que el entierro con silencio tiene
    menos de molesto. Escribe alguna materia en estilo sencillo, y sea para ocupar el tiempo
    en beneficio tuyo y no para ostentación: menor trabajo hasta a los que escriben para el
    tiempo presente. Cuando el espíritu se levanta de nuevo con la grandeza de algún
    pensamiento, luego se hace altivo en las palabras; porque al modo que aspira a cosas
    altas, procura hablar con altivez; y entonces, olvidado de la ley del ajustado juicio, me
    dejo subir en alto, hablando con labios ajenos. Y para no discurrir con singularidad en
    cada cosa, digo que en todas me sigue esta enfermedad del entendimiento sano, y temo
    caer poco a poco en ella, y lo que más cuidado me da es el estar siempre colgado, a
    imitación del que va a caer, siendo esta indisposición mayor que la solicitud que de
    curarla tengo. Porque a las cosas domésticas las miramos amigablemente, siendo este
    favor perjudicial al juicio. Entiendo que muchos llegarán a la sabiduría, a no persuadirse
    que ya la habían conseguido, y si en sí mismos no hubieran disimulado muchas cosas,
    mirando las de otros con ojos despabilados y atentos. No pienses que con la adulación se
    destruyen solamente los negocios ajenos y no los propios. ¿Quién hay que tenga valor
    para decirse la verdad a sí mismo? ¿Quién es el que, metido entre la multitud de
    aduladores, no se lisonjeó? Suplícote que si sabes algún remedio con que detener esta
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    Lucio Anneo Séneca Tratados morales
    tormenta que padezco, me juzgues digno de que te deba la tranquilidad. Bien sé que los
    movimientos de mi ánimo no me son peligrosos, ni me acarrean cosas de inquietud; mas
    para declararte con un verdadero símil aquello de que me lamento, te digo que lo que me
    fatiga no es tempestad, sino fastidio. Líbrame, pues, de esta indisposición, y socorre al
    que padece a vista de tierra.
    Capítulo II
    Cuando estoy en silencio conmigo solo, me pregunto a qué cosa me parece semejante
    este afecto de ánimo, y con ningún ejemplo quedo más propiamente advertido que con el
    de aquellos que, habiendo salido de alguna grave y larga enfermedad, se ven todavía
    molestados de ligeros accidentes, y aun después de haber de todo punto desechado las
    reliquias de la indisposición, les inquietan sospechas, y estando ya sanos, dan el pulso a
    los médicos, desacreditando cualquier calor que sienten. Los cuerpos de estos no están
    enfermos, sino poco acostumbrados a la salud, sucediéndoles lo que al mar y a las
    lagunas, que aun después de cesar las tormentas y estar tranquilas y sosegadas, les
    quedan algunas mareas. Por lo cual es necesario uses, no de aquellos duros preceptos que
    hemos ya pasado, ni te resistas en algunas ocasiones, ni que en otras te hagas eficaz
    instancia; basta lo último, que es el darte crédito a ti mismo, persuadiéndote a que vas
    camino derecho, sin dejarte llevar por las trasversales huellas de muchos que a cada paso
    van haciendo nuevos discursos, y estando en el camino le yerran. Lo que deseas es una
    cosa grande, alta y muy cercana a Dios, que es no mudarte. Los griegos llaman a esta
    firmeza de ánimo estabilidad, de la cual Demetrio escribió un famoso libro; y yo la llamo
    tranquilidad, porque ni tengo obligación de imitarlos, ni de traducir las palabras a su
    estilo. La cosa de que se trata se ha de significar con algún término, que tenga fuerza de [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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